CONSTRUYENDO SOBRE LA ROCA - Serie 1 - Fundamento "Nueva identidad en Cristo".

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1 - FUNDAMENTO

FUNDAMENTANDO LA VIDA EN CRISTO.

“La iglesia es un hospital”

Presentación:

El evangelio de Cristo.
Libertad en Cristo.
Transformación en Cristo.
Nueva identidad en Cristo.
Reconstruyendo la vida en Cristo.
Venciendo en Cristo.
Siendo parte de la familia de Cristo.

Nueva identidad en Cristo.

Tu identidad es lo que importa.

¿Quién sos? a esta pregunta cualquiera podría responder las siguientes afirmaciones:
"soy un amante del arte"; "soy padre de dos adolescentes"; "me emociono por cualquier cosa"; "detesto las espinacas"; "mi color preferido es el azul"; "me gusta el aroma de las flores"; "soy nueva criatura en Cristo".
Muchos tienen dificultades para identificarse fuera de lo que hacen, y es aquí donde se presenta la lucha entre quiénes somos y lo que hacemos.
"¿Quién sos?, suena como una pregunta sencilla que requiere una respuesta igualmente sencilla, pero realmente no lo es. Por ejemplo, si alguien me pregunta, "¿Quién sos? le puedo contestar con mi nombre.
Pero así es como te llamas, ¿Quién sos?". "ah, soy carpintero". "No, eso es lo que haces".
"Soy Argentino". "No, ahí es donde vives".
"Soy bautista". "No, esa es la denominación que preferís".
Podría también decir que soy de estatura y contextura media, pero mis medidas y peso tampoco son yo. Si me cortaras los brazos y piernas, ¿seguiría siendo yo? Si me hicieras trasplante de corazón, riñones o híga­do, ¿seguiría siendo yo? ¡Por supuesto que sí! pero si siguieras cortándome en pedazos. llegarías a mí en algun momento, porque yo soy aquí, en algún lugar dentro de mí, pero quién soy yo es muchísimo más de lo que vemos por fuera.
Podemos decir con el apóstol Pablo que, a nadie cono­cemos según la carne... (2 Corintios 5:16) aunque tendemos a identificamos a nosotros mismos y al prójimo por lo que parecemos vistos desde afuera (alto, bajo, gordo, delgado) o por lo que hacemos (plomero, carpintero, enfermera, ingeniero, empleado de oficina).
Cuando a los cristianos se nos pide que nos identifiquemos respecto de nuestra fe, solemos hablar de nuestra postura doctrinal (protestante, evangélico, calvinista, carismático) y de nuestra preferencia (bautista, presbiteriano, metodista, independiente) o de nuestro rol en la iglesia (pastor, ministro de alabanza, etc.).
Pero, ¿lo que haces determina quién sos, o quién sos determina lo que haces? pregunta sumamente importante, porque tiene que ver directamente con nuestra madurez cristiana.
Tu forma de entender quién sos, es el fundamento crítico de la estructura de tu fe y de tus pautas cristianas de conducta.

HERENCIA POSITIVA Y NEGATIVA

Para entender quiénes somos realmente en Cristo, pri­mero debemos comprender la identidad que heredamos de Adán por ser creados.
Génesis 2:7 NVI
7 Y Dios el Señor formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente.
Ese hombre fue Adán y puesto que estamos emparen­tados con él, heredamos algunas de sus características.

Nuestra herencia positiva de la Creación.

Como resul­tado de nuestro parentesco con el primer Adán, tenemos un yo exterior, un cuerpo físico que se relaciona con el mundo mediante los cinco sentidos y un yo interior que es creado a imagen de Dios.
Génesis 1:26–27 NVI
26 y dijo: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo.» 27 Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó,
En alguna parte del yo interior encontramos nuestra mente (nos permite pensar), nuestras emociones (nos permiten sen­tir) y nuestra voluntad (nos permite elegir). Algunos llaman alma a esta sección en tres niveles del quién soy yo. El espíritu está superpuesto al alma, o separado de ella, en el yo interior.
Adán disfrutó de varios beneficios. de la Creación y nosotros los heredamos, de él o de Jesús, que nos los restauró después que Adán renunciara a ellos por medio del pecado.

1. Vida física [bios].

Esto describe la unión del cuerpo físico y el yo inmaterial; mente, emociones y voluntad. Morir físicamente significa separarse del cuerpo temporal y el final del BIOS. Heredamos la vida y la muerte física de Adán, pero nuestra identidad en Cristo debe ser algo más que la vida física y sus atributos, porque el cuerpo queda atrás al morir, cuando el verdadero yo se va para estar con el Señor.
2 Corintios 5:8 NVI
8 Así que nos mantenemos confiados, y preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y vivir junto al Señor.

2. Vida espiritual [zoe].

La palabra zoe, del Nuevo Testamento, significa vida espiritual: el alma/espíritu está unida con Dios. Adán fue creado física y espiritual­mente vivo.
2 Corintios 4:16 NVI
16 Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día.
Vivir espiritualmente es estar unido con Dios por estar en Cristo. Igual que Adán, fuimos creados para estar unidos con Dios y, también como Adán, nuestra unión con Dios fue cortada en la Caída.

3. Significado.

Al primer hombre, Adán, le fue dado gobernar todas las otras criaturas [Génesis 1:26,27]. El disfrutó el dominio del jardín, bajo la autoridad de Dios, hasta que Satanás usurpó el dominio de Adán mediante el engaño y se volvió el dios de este mundo. El signifi­cante dominio que Adán ejerció antes de la Caída nos fue restaurado a los cristianos y es parte de nuestra identidad en Cristo.

4. Seguridad y certidumbre.

Dios proveyó para todas las necesidades de Adán.
Génesis 1:29 NVI
29 También les dijo: «Yo les doy de la tierra todas las plantas que producen semilla y todos los árboles que dan fruto con semilla; todo esto les servirá de alimento.
La seguridad y la certidumbre son otra faceta de nuestra herencia en Cristo. El ha prometido suplir todas nuestras necesidades.
Filipenses 4:19 NVI
19 Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús.

5. Pertenencia.

Adán disfrutaba evidentemente de una íntima comunión personal con Dios antes que El creara a Eva. Luego, Dios le dio a Eva, y a ésta le dio a Adán para enriquecer su experiencia de pertenecer. El verdadero sentido de la pertenencia proviene, para los cristianos, de la íntima comunión con Dios y con otros creyentes.
Antes de proseguir revisando los efectos de la Caída, detente un momento para invitar a los miembros del grupo a que respondan al material presentado, formulán­doles una o ambas preguntas: *¿Cuál es la diferencia que hay entre la manera en que heredamos la vida física y la espiri­tual? Los miembros del grupo deberán mencionar que no podemos elegir con respecto al nacimiento físico pero debemos elegir la vida espiritual depositando fe en Cristo. *¿Cuál de todos los aspectos que heredamos en Cristo, y que Adán heredó en la Creación: significado, seguridad, certidumbre y pertenencia, es el que más te importa?

Nuestra herencia negativa de la Caída.

Los efectos instantáneos del pecado en la vida de Adán fueron espectaculares e impactan a diario en forma muy significativa a cada miembro de la raza humana.

1. Muerte espiritual.

Adán y Eva fueron separados de Dios, echados de Su presencia.
Génesis 3:18–19 NVI
18 La tierra te producirá cardos y espinas, y comerás hierbas silvestres. 19 Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás.»
Cuando pecaron y fue cortada su unión con Dios. La separación de Dios es la muerte espiritual. El proceso de la muerte física se hizo real también en ese momento, aunque Adán y Eva vivieron varios cientos de años antes de morir físicamente. Como consecuencia todo ser humano llega al mundo físicamente vivo pero espiritualmente muerto, separado de Dios.

2. Pérdida del conocimiento de Dios.

Adán y Eva perdie­ron el verdadero conocimiento de Dios al pecar porque su íntima relación con Dios fue terminada. Estar con Dios era conocer a Dios. Ser echados de Su presencia significó, para Adán y Eva, perder el íntimo conocimiento de Dios que antes disfrutaron por medio de su relación con El. Dado que llegamos al mundo espiritualmente muertos, empezamos a vivir sin el verdadero conocimiento de Dios. Sabemos algo sobre Dios pero realmente no conocemos a Dios hasta que establecemos una relación con El en Cristo.

3. Las emociones negativas nos dominan.

Como resul­tado de la Caída, la sensación de seguridad, certidumbre y pertenencia que tuvo Adán, fue reemplazada por el miedo, la ansiedad, la vergüenza, la culpa, la depresión y la rabia. Nosotros nos encargamos de perpetuar esos sentimientos mediante nuestros propios actos de maldad y cuando somos las víctimas de los actos injustos del prójimo.

4. Demasiadas opciones.

Solamente una, era la mala elección que podían hacer Adán y Eva en el jardín de Edén. Todo estaba bien excepto comer del árbol de la ciencia del bien y del mal.
Génesis 2:16–17 NVI
16 y le dio este mandato: «Puedes comer de todos los árboles del jardín, 17 pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás.»
Sin embar­go, hicieron esa mala elección en su oportunidad y, como resultado, nosotros enfrentamos a diario miles de decisio­nes buenas y malas en nuestro caminar cristiano y, ocasionalmente, elegimos mal.

5. Los atributos se volvieron necesidades.

Después de la caída, algunos de los brillantes atributos de Adán, se volvieron intensas necesidades.
Primero, separados de Dios por el pecado, dejamos de sentimos aceptados por Dios y por el prójimo, de ahí nuestra necesidad de pertenencia. Cuando vamos a Cristo siendo restaurada nuestra relación con Dios, seguimos necesitando pertenecer a la gente.
Segundo, la inocencia fue reemplazada por culpa y ver­güenza; por lo tanto, necesitamos que sea restaurado el sentido del valor propio (Génesis 3: 10). La mala imagen de sí mismo es un problema desde la Caída pero la cura no consiste en acariciar al ego humano. El sentido del valor propio no es cosa de dones, talentos, inteligencia, belleza. El valor propio es cosa de identidad. Tu sentido de valor propio viene de saber quién sos: “un hijo de Dios”.
Tercero, la autoridad fue reemplazada por debilidad e impotencia; por lo tanto, necesitamos fortaleza y dominio propio. En nuestra condición caída, luchamos por contro­lar al prójimo o a nuestro ambiente porque nuestra auto­ridad dada por Dios nos fue usurpada por el diablo. Tratamos desesperadamente de controlar nuestro propio destino aunque no fuimos diseñados ni designados para funcionar como el Amo sino para servir a Dios, y si no lo hacemos, terminamos sirviendo al dios de este mundo, engañados por supuesto.
Antes de proseguir con el Paso 2, invita a los miembros del grupo a que respondan al material presentado, formu­lándoles una o ambas preguntas, según lo permita el tiempo: * ¿Cuáles son algunas pruebas de nuestra herencia negativa de la Caída que te parecen más evidentes en el mundo actual? Mientras los miembros del grupo intercambian ideas, pídeles que den ejemplos concretos que hayan vivido u observado. * Si alguno hubiera estado en el perfecto ambiente del jardín del Edén, en lugar de Adán y Eva, hubiera pecado también. ¿Estás de acuerdo o en desacuerdo? ¿Por qué?

IDENTIDAD EN JESUCRISTO

1. La nueva vida exige nacer de nuevo.

No nacemos en Cristo; nacemos en pecado debido a la Caída, Para entrar a la vida nueva en Cristo, debemos nacer en ella. La nueva vida y eterna empieza cuando nacemos de nuevo al depositar nuestra fe en Jesucristo.
¿Cuál es el plan de Dios para transformarnos del estar en Adán al estar en Cristo? Jesús lo reveló cuando conversa con Nicodemo y le dice que debe­mos nacer de nuevo.
Juan 3:3 NVI
3 —De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios—dijo Jesús.
El nacimiento físico solamente nos da vida física. La vida espiritual, la vida eterna que Cristo promete a los que van a El, nos es dada solamente por el nacimiento espiritual
Juan 3:36 NVI
36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios.
En el momento que dijiste Sí a Cristo, tu vida espiritual cobro vida. Tu nuevo ser es por siempre aquí. La vida eterna no es algo que obtienes cuando mue­res sino algo que posees inmediatamente ahora por­que estás en Cristo.

2. La nueva vida conlleva una nueva identidad.

Ser cristiano no es cosa de obtener algo sino de ser alguien. Nacer de nuevo te transforma en alguien que antes no era ni existía. No se trata de lo que recibes como cristiano sino de quién eres.
Estar en Cristo es tener una nueva identidad, "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas", 2 Corintios 5:17.
La única forma de triunfar en vivir la vida cristiana es verte como quién sos realmente en Cristo, nadie puede comportarse en forma consistente de manera incoherente con la manera en que se percibe a sí mismo. Si piensas que eres bueno para nada, proba­blemente vivas como un bueno para nada, pero si te ves como hijo de Dios espiritualmente vivo en Cristo, em­pezarás a vivir en victoria y libertad tal como El vivió. Saber quién sos es, la verdad más importante podes poseer, después de conocer la verdad de Dios.
Esta es una de las vías favoritas para engañar que usa Satanás que no quiere que nos demos cuenta de quiénes somos en Cristo puesto que para el somos una amenaza y a parte no quiere que disfrutemos de la madurez y libertad que son el resultado de empezar a vivir como quienes somos en realidad. Si [Satanás] puede engañarte para que creas su mentira: que no eres aceptable para Dios y que nunca significarás gran cosa corno cristiano, enton­ces vivirás como si no tuvieras una posición ni una identidad en Cristo. El engaño de Satanás respecto de tu identidad es su arma más importante contra tu crecimien­to y madurez.

3. La vida nueva conlleva un nuevo título.

El Nuevo Testamento usa con mucha frecuencia la expresión "santos": pueblo sagrado. No somos santos por habernos ganado el título por nuestros propios méritos sino por ser llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo 1 Corintios 1:2.
El engaño de Satanás se refleja en el título que nos conferimos a menudo: pecadores salvados por gracia. Sí, éramos pecadores y, sí, somos salvos por gracia, pero ahora no somos pecadores. Esa dejó de ser nuestra iden­tidad y nuestra naturaleza conforme a las Escrituras. Somos santos que, sí, peca­mos ocasionalmente. Dios no te trata de pecador sino de santo, uno que es consagrado. Si te miras como pecador, ¿sabes lo que vas a hacer? Vas a vivir como un pecador, pecarás. ¿Por qué no identificarte por quién sos en realidad: un santo que peca ocasionalmente?
Permite un par de minu­tos para que los miembros del grupo respondan a este material, conversando sobre una o ambas preguntas que siguen: * ¿Qué significa para ti la siguiente declaración: Ser cristiano no es cosa de obtener algo sino de ser alguien? * ¿Qué significa para ti la siguiente declaración: No somos pecadores salvados por gracia, sino santos que pecan ocasionalmente?
Resume esta sección y destaca que creer la Palabra de Dios respecto de nuestra identidad en Cristo como hijos de Dios es el fundamento para triunfar en la vida cristiana. Si no creemos que somos santos nacidos de nuevo eter­namente aceptados por el Padre, el diablo hará fácil presa de nosotros confundiendo nuestra identidad y volviéndonos impotentes para vivir la vida cristiana.

RELACION y ARMONIA

Una pregunta que, tarde o temprano, cruzará por la mente de la mayoría:
¿Qué pasa con esta relación ideal con Dios cuando pecamos? ¿Interfiere nuestro pecar con que sigamos siendo aceptados por Dios?
En otras palabras, somos santos que ocasionalmente pecan. ¿Qué le pasa a nuestra santidad cuando pecamos?
1. Estamos emparentados con Dios por el nacimiento espiritual y nada puede cambiar esa relación de sangre Juan 10:27,28; Romanos 8:35-39).
2. Soy un hijo de Dios nacido de nuevo, espiritualmente unido con El por Su gracia que recibí por fe. Mi relación con Dios fue establecida por y para siempre cuando nací a Su familia.
§ La armonía de nuestra relación con Dios puede ser interrumpida por la desobediencia, tal como la armonía con nuestros padres es interrumpida cuando les desobe­decemos. Cuando obedecemos a Dios vivimos en armonía con El. Cuando desobedecemos a Dios, nuestra relación con El es perturbada y nos sentimos muy mal por eso.
§ Aun cuando estemos des armonizados debido a nues­tra desobediencia, nuestra relación con Dios no peligra porque estamos emparentados con El por medio de la sangre de Jesucristo.
§ Por eso, nuestro esfuerzo para crecer y madurar cristianamente no debe dirigirse a nuestra relación con Dios porque nada puede mejorar en ella. Sencillamente tenemos que seguir creyendo que es verdadera. Nada podemos hacer por ser más hijos de Dios de lo que somos por el nacimiento espiritual. Antes bien, nuestro enfoque debe ubicarse en la continua mejoría de la armonía de nuestra relación con Dios, esforzándonos por obedecerle, no por obligación sino por amor.
Permite unos minutos para el debate en el grupo, usando una o ambas de las preguntas siguientes: ¿Por qué debe nuestro esfuerzo para crecer y madurar cristianamente ser dirigido a la comunión con Dios antes que a la relación con Dios? Los miem­bros del grupo deben responder que nuestra relación con Dios es cosa juzgada como resultado nuestra fe en Cristo. No puede ser mejorada. Pero nuestra comunión y armonía con Dios es cosa de obediencia diaria. Da una experiencia personal que ilustre la verdad del siguiente pensamiento: Cuando desobedecemos a Dios, se perturba y fisura nuestra relación con El y por eso nos sentimos mal. Y el Diablo actúa sobre nuestra desobediencia.
Efesios 2:1–3 NVI
1 En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, 2 en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia. 3 En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios.
PERSONALICEMOS [10 minutos]
Expresa que una de las principales razones del estan­camiento del crecimiento y maduración cristianos es que no entendemos ni afirmamos nuestra herencia bíblica por ser hijos de Dios nacidos de nuevo. El propósito de la sección final de la presente sesión es el de servir para que los miembros del grupo se lancen en un patrón de afirma­ción diaria de quiénes son y qué disfrutan como resultado de su identidad en Cristo:
Reparte los apuntes que contienen "¿Quién soy yo?" y pide que alguien lea en voz alta el comienzo.
Explica que quieres que todos comiencen a afirmar estas verdades y disfruten de la resultante madurez y libertad en Cristo. Luego dirige a todo el grupo en la lectura, en voz alta, de las declaraciones al unísono. Tal vez sea más fácil leer las declaraciones sin mencionar las referencias bíblicas. Ten presente que llevará varios mi­nutos leer en voz alta toda la lista. Asegura a los miembros del grupo que no tiene importancia si tartamudean o se equivocan con ciertas palabras. Lo importante es que lean lo mejor que puedan al leer estas afirmaciones bíblicas.
Al terminar de leer, plantea el desafío a los miembros del grupo para que se comprometan individualmente a leer en voz alta la lista, cuando estén solos, en casa, durante la semana. Sugiere que los esposos lean la lista un par de veces al día, una vez como individuos y una vez como pareja o familia, niños inclui­dos. Invítalos a que se comprometan a escribir en el espacio en blanco que hay en los apuntes.
Dirige al grupo en una oración para terminar pidiendo a Dios que ancle a cada miembro en la verdad de su identidad en Cristo mediante la afirmación de la Escritura.
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